Tiempo en potencia. "El momento justo"

viernes, 28 de mayo de 2010

Descubrir a Dios en la Biblia

Tradición Bíblica


    Si nos atenemos a la Revelación de Dios en la tradición bíblica: La Biblia resulta fundamental, porque no sólo es la revelación del misterio de Dios, sino que ilumina también, y de qué manera, el misterio de la condición humana.

    La Constitución Dei Verbum, ( nn. 2-6) del Concilio Vaticano II señala:
     · Es comunicación de la vida de Dios
     · Se realiza mediante "obras y palabras intrínsecamente ligadas"
     · Es una revelación progresista
     · cuya plenitud se encuentra en Cristo.

    Curiosamente, la revelación de Dios es, ante todo:
     · una comunicación de su vida a la humanidad
     · que se realiza en hechos concretos (por ejemplo, todo el acontecer que narra el Éxodo, etc.)
     · en palabras (pensemos en los profetas)
     · que actúa de manera progresiva
     · y que tiene en Cristo su culminación.

    El Antiguo Testamento, y por consiguiente, el pueblo protagonizado en él, tiene el mérito de presentar a Dios como:
     · un "ser personal"
     · "uno"
     · "comprometido" en la realización de la historia humana.

    El Antiguo Testamente presenta, por consiguiente, un pueblo con “sentido”. Una vida orientada hacia Dios. Este “sentido” cobra más plenitud en el Nuevo Testamento. Si en el Antiguo Testamento aparece Dios como “Creador”, en el Nuevo Testamento aparece como Padre.


La Revelación de Dios se hace plena en Cristo


    El mensaje de Jesús fue el anuncio de la llegada del Reino, para lo cual exige una actitud: la conversión, (Mc 1, 14), el cambio radical de vida, en una palabra, “dar sentido”, con lo cual el Evangelio es verdaderamente revelación de Dios y su Reinado, Buena Nueva.

    Y es Buena Nueva porque Cristo nos presenta a Dios como Padre. Una paternidad que nada tiene que ver con la realidad de la paternidad humana. Por el contrario, la paternidad de Dios es lo que da origen y sentido a la paternidad humana y no al revés: "De Él toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra" (Ef 3, 14-15).


    Dios es Padre, y Cristo se manifiesta como el Hijo. Jesús llega a emplear, dirigiéndose a Dios una palabra de la vida cotidiana: Abbá. El término "Abbá" denota familiaridad ("papá") y Jesús tuvo la audacia de utilizarlo para relacionarse con Dios. Y lo más precioso, que siendo Él el Hijo, nos engloba en esa filiación también a nosotros. De ahí se concluye que la revelación que Cristo nos hace de Dios como Padre es:
     · La gran noticia cristiana.
     · El corazón del Evangelio.
     · El núcleo de la fe cristiana.
     · La fuente de la salvación.

    Para llegar a este momento de la comprensión del misterio de Dios, y Dios manifestado en Cristo como Padre, ha habido toda una manifestación anterior: Dios manifestado en la Historia de Salvación. En esa Historia de Salvación:
     · Dios ha tomado la "iniciativa" en el Plan de Salvación.
     · La Historia de la Salvación culmina en Cristo.

    En consecuencia, de todo lo anterior se deduce que la “experiencia de Dios” es posible, cuando sabemos ubicarnos en nuestro sitio, y desde nuestra limitación, dejar a Dios ejercer el protagonismo que le corresponde. Porque Él es:
     · el origen y la meta de la vida
     · el Dios y Padre de Jesucristo y en Él de todos nosotros.

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